15.11.18


Foto: Rafel Romero

«Hay una grieta en todo, así es como entra la luz» (Leonard Cohen). El próximo 15 de noviembre empezaré a desvelar las canciones de mi nuevo disco,«15.11.18», y creo que nada lo define mejor que esa frase de Cohen. Cuando algo se derrumba, los escombros arrojan oscuridad y la respiración busca una rendija de luz por la que escapar… y a veces (si se sobrevive), la oscuridad se vuelve azul ultramar. Un 15 de noviembre, el de 2018, me llevé un piano a casa e hizo de terapeuta, de psicólogo, de compañero en las noches de insomnio… un punto de fuga que me fue guiando hacia las canciones que resumen mis dos últimos años. Ese piano, mi voz y la de Iria Vázquez y algunos adornos de Macarena Montesinos y su cello. Nada más. «15.11.18» es un disco crudo y austero en su ornamentación, cuya construcción me ha servido para expulsar la oscuridad y transformarla en luz azul. El disco os lo iré presentando poco a poco, canción a canción en cómodos plazos, con un motivo principal: luchar contra la vorágine consumista que lo engulle todo en décimas de segundo. Os iré hablando de ellas, del proceso y del camino que han seguido hasta aquí, hasta este momento, donde van dejando de ser mías y las comparto con vosotras. Las imágenes, la portada del disco y de cada una de las canciones, pertenecen a Rafael Romero… culpable también, en parte, de que «15.11.18» se quedara así: en piano y voz.

Luz

Foto: Rafael Romero

«Luz», la canción que cierra «15.11.18», es también la última que compuse para este disco. Es la luz azul que se cuela entre las grietas de un cuerpo deshilachado, sin rumbo, sin coordenadas… en busca de su recomposición, de su resituación. Luz azul al final de un recorrido que intenta abrirse paso más allá de las nubes.

Una canción en la que vuelvo a contar con las colaboraciones de Iria Vázquez y Macarena Montesinos. La primera me regala unos coros cargados de sensibilidad y emoción. La segunda un arreglo y una interpretación de cello delicadísima, precisa, sobria y elegante.

Romance de la luna, luna

Foto: Iria Vázquez

“Romance de la luna, luna” es el segundo de los poemas de Federico García Lorca que he adaptado para “15.11.18” y, de todas las que aparecen en el disco, fue la primera en coger forma. De hecho, es la única de las composiciones del disco que surgió tocando aún mi ukelele, en una larga y cálida noche de verano, antes de pasarme al piano.
Con su ritmo de ¾ y su cadencia de vals, fue muy natural que cobrara una nueva vida con ese instrumento, terminando de adquirir su personalidad definitiva en el momento en que Iria Vázquez comenzó a darle voz. Su sentida y delicada interpretación de los versos de Lorca, me parece otro de los momentos más especiales del disco.
La foto que ilustra el single digital es obra también de Iria, y forma parte de un proyecto en desarrollo sobre la luna en el que ella sigue trabajando y que nos irá desvelando próximamente.

La luna y la hoguera

Foto: Rafael Romero

Las jornadas de insomnio, con imágenes entrecortadas y borrosas por las tinieblas del desvelo. La debilidad de los amaneceres junto a una taza de té… o café. Recuerdos que se van confundiendo. Presencias que se van imaginando, o que se cree vislumbrar, mientras la oscuridad se abre al día y regresa la calma… tenue. La luna, una hoguera y, entre ellas, un piano en el que protegerse del frío.
Los ecos de un delay se deslizan imitando el vaivén de unas cuerdas frotadas, un violín imaginario entre el piano y la voz de Iria junto a la mía.

El aire y el mar

Foto: Rafael Romero

“Lo de ahora ya no sirve para explicar lo de antes”… esta frase que le oí a mi amiga y artista Carme Nogueira, en la presentación de su proyecto “La vida hurdana. Lo que escriben los niños”, fue la semilla de la que brotó “El aire y el mar”. Al escucharla, algo se encendió en mi cabeza y comenzó a construirse el resto de la historia, entorno a una secuencia de acordes a la que llevaba dándole vueltas algún tiempo sin encontrarle destino.

“Lo de ahora ya no sirve para explicar lo de antes”… nuestras vidas cambian, el tiempo avanza sin descanso. Las rutinas que temíamos romper, al hacerlo, nos liberan (muchas veces) de las cadenas que no vemos. Y cambia la perspectiva de nuestras pequeñas vidas, al paso de un tiempo que avanza, como “el aire y el mar”, devorándonos.

La interpretación de Macarena Montesinos y su arreglo para el cello, tan imaginativo, sugerente y delicado, me parecen uno de los momentos más emocionantes del disco. La forma en que lo entrelaza con el piano y lo eleva hasta hacerlo flotar… junto a los suaves coros de Iria Vázquez, cargados de dulzura y sensibilidad. La colaboración de ambas brilla de nuevo en esta canción.

No pensar

Foto: Rafael Romero

Al igual que la canción que abre el disco («La gran mentira»), esta que inicia la cara B se distancia un poco del tono más poético del resto de canciones y utiliza un lenguaje más narrativo. El texto es bastante explícito y descriptivo de una situación y un proceso muy concreto… bajar a la calle, de noche, a respirar, acompañado del vacío sonoro que solo rompe alguna moto al pasar. Y, al volver a casa, un piano sobre el que deslizar alguna letra, alguna emoción y darle forma de canción.

Una escena de Varda

Foto: Rafael Romero

«Un paseo por una isla, un espléndido día de verano y una conversación sobre Agnés Varda. Un corazón roto, bajo destellos de azul ultramar y amarillo azo, encontrando el camino hacia la recomposición. Lo complejo. Lo simple. El instante en que entra la luz atravesando la grieta y se forma el ángulo perfecto.
La sencillez de lo cotidiano, corriendo paralela a la complejidad de la vida. La sencillez de un piano y dos voces, la mía y la de Iria… «Una escena de Varda».»

Corazón ardiendo

Foto: Rafael Romero

La sensación de tener el corazón ardiendo, de sentirlo dentro entre llamas descontroladas por el viento. El fuego interno, intenso… que prende y secuestra en un dolor que desvela… deseando una gota de lluvia… la más pequeña gota de lluvia que alivie con su silencio.
El fuego que purifica y nos arroja a un estado nuevo, donde todo puede volver a ser, a crecer… el amor… un juego de dolor y esperanza.
El corazón ardiendo… la voz de Iria Vázquez y el cello de Macarena Montesinos… ardiendo.

Azul Ultramar

Foto: Rafael Romero

29 de marzo de 2019, el día amanece con una triste noticia: el fallecimiento de mi querida Agnès Varda. Pero en Vigo luce un sol espléndido, con la incipiente primavera en su máximo esplendor… la luz (azul) abriéndose paso para aliviar las penas. Instintivamente cojo mi bicicleta, un bocadillo, una cerveza, una grabadora… y pongo rumbo a mi playa favorita para contemplar el mar. Sé que allí me espera Agnès para despedirme de ella como se merece. Enfocando el azul intenso del cielo y el mar, rozando la arena dorada, que a ella tanto le gustaba fotografiar.
Y como un torrente, entre montañas de agua marina empezaron a brotar las palabras, los versos y una melodía… “Azul ultramar”, el último regalo de Agnès, que a mi regreso a casa tomó forma definitiva con el piano y que en “15.11.18” se desliza sobre un paisaje sonoro de las olas del mar de Alcabre y los coros de Iria Vázquez

Preciosa y el aire

Foto: Rafael Romero

“Preciosa y el aire” es uno de los dos Romances de Lorca que he musicado en “15.11.18”. No es la primera vez que el poeta granadino aparece en uno de mis discos, ya lo hizo en el anterior (“Viravolta”), vía versión de “La leyenda del tiempo” de Camarón. De él, especialmente de su “Romancero gitano”, me atrae su forma de manejar un lenguaje delicado y preciosista, cuando realmente los temas que subyacen son oscuros y escabrosos. Esa forma suya de conjugar oscuridad y belleza, me han servido de inspiración para muchas de las letras de este disco.
En lo musical, “Preciosa y el aire” es un vals, un tres por cuatro que me saca del habitual cuatro por cuatro en el que se movía el resto de mi cancionero anterior. Y aquí me acompañan, por primera vez, la dulce voz de Iria Vázquez y el cello de Macarena Montesinos. Los arreglos de cuerda son también suyos y es un honor tenerla junto a mi en este disco. Su forma de tocar el cello siempre me ha resultado fascinante, es capaz de sacarle unos registros y expresarse con un lenguaje y una emoción poco común.

La Gran Mentira

Foto: Rafael Romero

“La gran mentira”, la mentira más grande, solo puede contarla la persona en la que más confías.

Una ruptura puede ser un punto final… o un punto y aparte.

Aunque, por su naturaleza, pudiera ser una canción ideal para cerrar, en este caso el guión caprichoso de la historia la coloca al principio de “15.11.18”. Un punto de inicio brusco, catastrófico, que señala un camino hacia la transformación.

“La gran mentira” no fue la primera canción que compuse para el disco, pero sí fue la que definitivamente provocó que “15.11.18” se haya quedado en un ejercicio de piano y voz. En un primer momento, aunque las canciones iban saliendo con el piano, mi intención era hacer otro disco electrónico, con sus arreglos, sus estructuras, su variedad sonora… como venía siendo hasta ahora en mis discos como Apenino. Por esos días, mis comidas quincenales con mis amigos Rafa y Eloi, terminaban a veces mostrándoles mis nuevos avances y cuando les enseñé “La gran mentira”, vieron clarísimo que las canciones tendrían que quedarse así desnudas, sin cocinar, crudas… Y, gracias a ellos, empecé a darme cuenta que esa iba a ser la mejor forma de entregároslas. Sin aliños ni adornos innecesarios.